David Muñoz es profesor ECAM de guion y ha escrito guiones de cine («El espinazo del diablo», «Lena», «La posesión de Emma Evans»), televisión («La fuga», «La embajada») y cómic («Miedo», «Le manoir des murmures», «La terre des vampires», «Sordo»). Es un experto en cómics y, coincidiendo con el Día del libro, nos ha recomendado sus adaptaciones favoritas de la viñeta al cine:
Esta no es la lista de las “mejores” películas basadas en cómics, sino la de las que, por alguna razón, más me hicieron disfrutar cuando las vi por primera vez. Podría haber incluido una decena más, pero no eran plan de alargar la lista hasta el infinito y más allá.
GUARDIANES DE LA GALAXIA (James Gunn, 2014)
La trama de las piedras, el malo y los remalos es un follón. Confieso que me perdí a la mitad (o más bien que a la mitad dejé de intentar seguirla). Pero me dio igual. Había conectado con los personajes y me apetecía pasar más tiempo con ellos.
Villanos con planes retorcidos aparte, lo que cuenta la película es cómo un grupo de desgraciados se hacen amigos y al final deciden que es mejor seguir adelante juntos que por separado. Básicamente, es el mismo argumento que el de una película de “gente normal” que también me gusta mucho: Vías cruzadas (Tom McCarthy, 2003). De hecho, el mapache malencarado de los guardianes es exactamente el mismo personaje que interpreta en Vías cruzadas… Peter Dinklage (Tyrion Lannister en Juego de tronos). Es curioso compararlas y ver como, si se obvia el “atrezzo” espacial, las dos películas son primas hermanas.
Además, Guardianes de la galaxia tiene uno de los mejores clímax de la historia del cine de acción, mezclando comedia (¡el baile!) y emotividad (ese momento de inmolación en grupo a lo Toy Story 3…), dejando bien claro lo que cuenta sin caer en verbalizaciones bochornosas (defecto en el que sí que incurre la secuela, que por lo demás también está bastante bien; un drama de padres e hijos pero con rayos láser)
Guardianes de la Galaxia es una película que bueno… que mola. No se me ocurre una palabra mejor para definirla. Cine palomitero del bueno, una anomalía en la era del blockbuster plomizo y con ínfulas. Ah, aunque toma cosas prestadas de muchos comics, Guardianes de la galaxia no adapta directamente ninguno, como suele pasar en general con las películas de Marvel.
GHOST WORLD (Terry Zwigoff, 2001)
Adaptación más o menos fiel (digamos que “extendida”) del cómic indie homónimo de Daniel Clowes. Dos chicas un poco pedorras (Scarlet Johansson y Thora Birch), un coleccionista (Steve Buscemi)… y la relación que surge entre los tres. La trama es chiquitita en cuanto a peripecia pero muy, muy ambiciosa temáticamente. Miedo me da volver a verla, la verdad. En su momento me gustaron mucho tanto el cómic como la película, pero a lo mejor porque las últimas cosas de Clowes me han decepcionado un tanto, o porque con el tiempo he acabado un tanto harto de los tics del cine indie norteamericano, nunca he tenido valor de ponerme el DVD otra vez.
AMERICAN SPLENDOR (Shari Springer Berman, Robert Pulcini, 2003)
Más cine indie sobre cómics indie, en este caso las historietas autobiográficas del ya fallecido Harvey Pekar. En las historias de Pekar, que escribía él pero dibujaban otros, pasaba más bien poca cosa, incluso a veces podría decirse que no pasaba nada. La suya, salvo alguna rara aparición en un talk show, era una vida de lo más NORMAL. Pero vaya, que la película es estupenda, y los actores están perfectos, especialmente el protagonista, Paul Giamatti. A veces, la vida sin más también puede ser conmovedora.
SIN CITY (Robert Rodríguez, Frank Miller, 2005)
Para mí Frank Miller, el autor del cómic en el que se basa esta película, que también codirige, es Dios. Me da igual que lleve años haciendo cosas que no están a la altura de sus obras maestras, y que hasta tenga algún tebeo reciente como Holy Terror que da pelín de vergüencilla ajena. Sin City es una recopilación de historias cortas de género negro vertiente hardboiled que parecerían casi, casi de Mickey Spillane, sino fuera porque Miller es incapaz de contenerse y en cuanto puede mete ninjas (¡cómo le ponen a este hombre los ninjas, sobre todo LAS ninjas!).
Una cosa muy particular de Sin City es que es de las pocas películas basadas en cómics que intenta narrar tal cual la misma historia que se contó en los tebeos originales y que además lo hace utilizando una estética muy similar. Es casi una versión animada de los cómics, solo que todavía más estilizada. Nada remite a la realidad y todo está pasadísimo de vueltas. Tanto, que un espectador no avisado que se la encontrara casualmente haciendo zapping podría creer estar ante una parodia. Aún así -o gracias a eso, no sé- si uno se deja llevar y acepta que en el “mundo Miller” las cosas son así, se puede disfrutar mucho con ella, sobre todo con el segmento que adapta mi historia favorita del Miller “post superhéroes”: That Yellow Bastard.
Después, Miller rodó en solitario una adaptación horrorosa del cómic The Spirit de Will Eisner usando una estética similar a la de Sin City. Verla fue una de las experiencias más deprimentes que he vivido en un cine. Y también existe una secuela de Sin City, pero, quizá por el mal sabor de boca que me dejó The Spirit, aún no me he animado a verla.
KINGSMAN: SERVICIO SECRETO (Matthew Vaughn, 2014)
En una pelea en una iglesia, el agente secreto que interpreta Colin Firth se despacha él solito a 200 tipos y tipas (o más) que quieren asesinarle. Estamos ante ese tipo de película. Una macarrada del quince que, a la vez que parodia el cine de espías de toda la vida, le rinde homenaje.
Como suele pasarme con las adaptaciones de los cómics del guionista Mark Millar (en este caso ilustrado por Dave “Watchmen” Gibbons) me gusta más la película que el cómic, sobre todo porque el guion de Jane Goldman y el director potencia los aspectos de la historia que la convierten en una versión enfarlopada de un argumento de cine social a lo Ken Loach. Al fin y al cabo, reducida a su esencia, Kingsman es la historia de un chaval de barrio por el que nadie da un duro que acaba salvando el mundo gracias a que alguien confía en él y le da una buena educación, demostrando que no es cuestión de clase sino de meninges (y de actitud, mucha actitud).
Lamentablemente, la secuela, que no se basa en un cómic previo de Millar, es penosísima. Es como si Goldman y Vaughn creyeran que lo que hizo buena la primera parte fueron sus cuatro chistes de “caca, culo, pis” y hubieran decidido que para triunfar con la segunda valía con convertir los 4 en 400. Yo fui a verla al cine y a los 30 minutos me salí de puro aburrimiento.
Lo que demuestra que esto que se dice tan a menudo de que lo que importa en una película son solo los personajes es una chorrada como un piano. En K2 los personajes eran los mismos, todo lo demás era diferente, y vaya desastre. Lo que importa es la historia. Y eso son tanto los personajes como el argumento que protagonizan. No se pueden separar.
WATCHMEN (Zack Snyder, 2009)
Zack Snyder tiene el dudoso honor de haber rodado la película basada en un cómic que de más mala hostia me ha puesto: Man of Steel, su versión objetivista de la historia de Superman. Un poco más y al final le tiro algo a la pantalla. Aquel no era “mí” Superman, negándose a ayudar a gente en apuros para no meterse en problemas, matando… (soy muy fan de Superman; del de los cómics, pero también del de Christopher Reeve, ese es “mi” Superman, el que aprendí a amar de niño, a mí me gusta que mis superhéroes sean, ante todo, héroes).
Bueno, pues pese a que maldigo el día en que en Warner le contrataron para dirigir películas de Superman, Snyder tiene varias películas que me gustan mucho, y una de ellas es su adaptación de Watchmen, el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, una obra de enorme ambición temática y formal imposible de trasladar tal cual al cine.
Siendo así, era inevitable que el Watchmen de Snyder no fuera exactamente como el cómic pese a parecérsele bastante. Además, aparte de los atajos y simplificaciones temáticas y argumentales inevitables al condensar una historia tan larga en dos horas y pico, el regodeo en la violencia marca de la casa y un cierto toquecillo kitsch (los superhéroes de Watchmen parecen cosplayers) le alejan aún más de la propuesta original, construyendo sin embargo un artefacto cinematográfico que a mí me resulta fascinante. Tanto que (lo confieso) la vi dos veces en el cine. Entiendo que haya quien la odie. Razones hay, desde luego. Pero vaya, que yo es ponérmela y quedarme mirándola embobado.
BATMAN VUELVE (Tim Burton, 1995)
Puede que sea mi película favorita de superhéroes, quizá porque en realidad no es una película de superhéroes sino de monstruos, de freaks, más cercana a Todd Browning que a Jack Kirby. Yo nunca he sido de Batman -ese millonario que se viste de cuero negro para salir por las noches a dar hostias a los pobres- y mucho menos del “Batman Bond” de Christopher Nolan (aunque me gusta bastante la segunda, la del Joker) pero sí me llega este hombre murciélago freak.
Esa historia de monstruosidad (y en lo que te convierte) está sobre todo contada a través de unos villanos maravillosos, como ese perturbador Pingüino interpretado por Danny de Vito, un niño feo, abandonado, consumido por el odio y el resentimiento, que de mayor solo piensa en vengarse de la sociedad que le despreció (una de las mejores motivaciones que jamás ha tenido un supervillano en un género en el que normalmente los planes de los malos no tienen ni pies ni cabeza). Es verdad que luego la forma en que decide ejecutar su plan, con los pingüinos lanzacohetes, es demencial, pero eso también es parte de su encanto, el pobre no puede comportarse de forma normal ni haciendo el mal.
Esa imposibilidad es lo que une a “héroes” y villanos de la película. No pueden ser de otra manera. Están condenados a la diferencia. Si son aceptados por la sociedad es solo ocultando su verdadera naturaleza, disfrazándose (y claro está, en esta película, Bruce Wayne es el verdadero monstruo, no Batman; porque él también está dañado, también es un freak). Su tragedia es que por mucho que lo intenten nunca podrán conseguir lo que desean.
Que pena que el temprano fallecimiento de Tim Burton y su sustitución al estilo Beatle por un impostor nos haya privado de más historias así. Porque el impostor, pese a ser capaz de emular la estética “burtoniana”, ha olvidado que el fondo de sus primeras películas fue lo que nos hizo querer al verdadero Burton.
X-MEN (Bryan Singer, 2000)
La historia es regulera, por ejemplo, el plan del malo, Magneto, no tiene ni puñetero sentido, y mi mutante preferido de niño, Cíclope, siendo supuestamente el líder de los X-Men, pinta más bien poco y podría no estar. Pero… sale Lobezno y ES Lobezno (solo que más alto) e incluye esa escena en la que aparece por primera vez la Patrulla X en la nieve… esa escena que me hizo sentir que por primera vez estaba viendo superhéroes de verdad en un cine (y sí, soy viejuno, por eso para mí los X-Men son La Patrulla X, que es el nombre con el que se publicaba la serie de cómics en España). Se diga lo que se diga, Singer fue quien realmente reinventó a los superhéroes para el cine, y lo que hicieron todos los demás directores fue seguir su estela.
THOR: RAGNAROK (Taika Waititi, 2017)
Lo más fascinante de la tercera película de Thor es que es una película muy de su director, Taika Waititi, solo que hormonada. Funciona la comedia, funciona la acción, y funciona la aventura y, por si eso fuera poco, aborda temas peliagudos y lo hace sin darse importancia. Además, otro motivo para disfrutarla si, como yo, te has criado leyendo cómics Marvel, es que Waititi homenajea visualmente cada vez que puede a Jack Kirby, el dibujante de cómics de superhéroes más importante de la historia, creador del 90% de los personajes Marvel que ahora inundan las pantallas.
Y sí, he dicho “creador” adrede. Stan Lee, el abuelillo multimillonario del bigote y el peluquín que hace cameos en las películas de Marvel y tiene un crédito de productor ejecutivo en todas solo por pasar por allí (y ni eso), era en teoría el guionista de Kirby y cocreador de los personajes, pero la realidad es que más bien era su editor y su dialoguista. La historia ha dejado claro que Kirby iba a su aire y le entregaba a Lee historias acabadas (solo que sin diálogos) que desarrollaba cómo le parecía sin preguntarle antes a su jefe qué quería contar ese mes.
En la frase anterior la palabra clave es jefe. Aunque Kirby no murió en la pobreza, como muchos otros dibujantes de cómic de su época, desde luego nunca fue millonario. Pero hoy, Lee y decenas de productores, actores, ejecutivos, etc., son megáricos gracias a sus creaciones. ¿Es este un mundo de mierda o no? Anda que no nos queda por pelear a los autores.
(PAUSA PUBLICITARIA: Guionistas, afiliaros a ALMA, por Dios)
Pero no quiero acabar de bajón, así que mejor cambiemos de tema. El Thor de Waititi incluye un par de escenas de puro “SUBIDÓN SUPERHEROICO”. Son las dos en las que suena el Immigrant Song de Led Zeppelin. Y ese tipo de escenas es lo que yo busco en estas películas. En ellas, el héroe debe enfrentarse a enemigos más poderosos que él, pero aún así no se arredra y lucha, ¿por qué? pues porque es el héroe, porque es lo que tiene que hacer, y encima lo hace de una manera QUE MOLA, y, si es posible, con un puntillo chuleta.
Mis preferidas escenas de subidón superheroico son:
-Cuando Blade recupera sus gafas de sol en Blade (Stephen Norrington, 1998).
-Wonder Woman en las trincheras de la Primera Guerra Mundial en Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017).
-La escena del ascensor de El Capitán América: El soldado de invierno (Russo brothers, 2014). Le rodean 20 tíos que quieren matarle y el Capitán les dice que si quieren, aún están a tiempo de marcharse…
-Spider-Man salvando el tren en Spider-Man 2 (Sam Raimi, 2004).
-La incursión en la casa blanca de Rondador Nocturno en X-Men 2 (Bryan Singer, 2003).
Termino con una recomendación: leed cómics. El cómic no es un género sino un medio de expresión. Es un lenguaje que sirve para contar todo tipo de historias (importante: comic no es igual a superhéroes). Y es también, todavía, el medio que cuenta historias con imágenes más libre que existe, quizá por lo poco que, comparado con el cine o la televisión, cuesta producirlos. En muchos casos, va muy por delante de lo que se está contando al mismo tiempo en el cine y la televisión (no es casualidad que series de TV como Legion estén adaptando cómics de hace más de 20 años). No os conforméis con creer que conocéis el medio gracias a las películas inspiradas en cómics. Acercaros a una librería y empezad a curiosear. Seguro que encontráis algo que os interesa.